jueves, 3 de noviembre de 2011

Los días de lluvia.

Los días de lluvia son especiales...

Puede que sea por la pureza del aire que se ducha con la lluvia y se resfresca, volviéndose libre y frio.
Ese sentimiento que evoca el gris, que al principio puede parecer como un desecho amenazante, pero el día le otorga una secreta belleza que lo engalana de oro y fucsia al amanecer, de violeta y añil al atardecer... de gris blancuzco cual armiño a la hora de las brujas...

A veces se cabrea e inunda el cielo con gritos silenciosos resplandecientes que aterran, pero el eco de esos gritos que llegan después, alcanzan al corazón como una gota de sudor frio rozando nuestro estómago, atravesándonos hasta la espina dorsal.
A veces aterrador bufido entre los muros de hormigón y cristal, otras veces conmovedor llanto entre las rocas y el follaje de densos arboles.

Un día de lluvia puede hacernos sentir melancólicos a veces, pero eso no quiere decir que sean días tristes, se trata de todo lo contrario, es algo tan bello que añoramos todo lo que nos hace felices.
Es el sentimiento de la soledad frente a la grandeza de la madre tierra, del universo.
Es la esperanza de que en cualquier momento podemos ver algo que viene del mundo de la magia, y sin embargo aparece en nuestra vida casualmente si tenemos la oportunidad de disfrutar de un día de lluvia.
El arcoiris.

Me gustan los días de lluvia por que huele a mojado, por que puedo oler el alma de las cosas y sentir el peso de la irealidad frende a la realidad.

Me gustan los días de lluvia por que suenan a piano, la lluvia suena a una melodía enigmática con sabor a melancolía... Una melodía cambiante que ensalza los sentimientos contagiándolo a todo lo que acaricia, incluso a quien solo lo observa tras un empañado cristal.

Una gota de agua muere contra el cristal de mi ventana y entonces pienso en lo que aprecio a los días de lluvia y sin darme cuenta la gota atraviesa la ventana. Se desliza suavemente hacia abajo sigiendo el ritmo de esta tranquila melodía de despedida que suena en el gramófono cuya música había olvidado y dejado de oir, embelesado por la belleza de un paisaje cargado de atmósfera de niebla.
LA gota que había atravesado el cristal por arte de magia, se desliza suavemente por mi mejilla colándose lentamente por las comisuras de mi boca.

Una gota salada...

Me gustan los días de lluvia por que me deleitan hasta poderme hacer llorar.

1 comentario:

Nufi Floyd dijo...

Me siento identificadísima con lo
que has escrito >__< Me encanta...